El agua ha sido la gran protagonista de la Semana Santa linense. No sólo porque impidiera la salida de varias cofradías, sino también por la recogida precipitada de algunas y la inquietud que provocó en otras estaciones de penitencia, sobre todo el Miércoles Santo.
El Domingo de Ramos fue extraordinario. El tiempo acompañó, aunque el viento hizo de las suyas. La Borriquita provocó emociones en el interior de la capilla de María Auxiliadora con el recuerdo a Mauri, costalero fallecido hace un año en Zaragoza. Su padre, Pepe Gallego, vivió momentos muy duros en los prolegómenos y en las vísparas, ya que Mauri estuvo el centro de los actos de retranqueo del día anterior. La salida procesional ofreció momentos espectaculares, aunque por encima de todo y como siempre, emocionó más que nada ver salir el paso por la puerta de la capilla a las cinco de la tarde anunciando el inicio de la Semana Santa. Ya en la plaza de la Iglesia, la cofradía congregó a cientos de personas para disfrutar de un cortejo de categoría pese a su peculiaridad.
El mismo día, la Flagelación brindó momentos atrayentes que se iniciaron en la salida. Este año, la cofradía decidió discurrir por calles del barrio en vez de enfilar Jardines desde el primer momento. Las estrechas calles de Santiago permitieron ver otras perspectivas de esta cofradía, que volvió a cautivar por la estrecha calle Morón. En la plaza de la Iglesia, la llegada de la cofradía fue saludada por menos gente que otras veces debido al fuerte viento reinante, que provocó una sensación térmica muy molesta.
El Lunes Santo ya había previsiones preocupantes. Había mucho recelo ante la posibilidad de que lloviera pero el Silencio salió. Lo hizo sin Mauri, que no había faltado en los veinte años anteriores. Pero sin Mauri debajo, porque arriba sí estaba. Desde el cielo observaba cómo su cuadrilla cumplía a la perfección una estación de penitencia inolvidable. ¿Sería en su honor? Mauri estuvo y arropó a los costaleros, aque brindaron una noche de Lunes Santo histórica. Y tan histórica que nada más recogerse todo el cortejo empezó a llover. El agua había respetado el primer año sin Mauri.
Ya el Martes Santo fue otra cosa. Durante el día se fueron consolidando los temores que obligaron a la junta de gobierno de la Hermandad de los Dolores a no salir. La decisión fue muy meditada porque se esperaba una lluvia que podía haber afectado al cortejo, aunque al final no cayó. Todo quedó reducido a un precioso acto dentro del templo con chicotásde arte que pusieron a las imágenes a las puertas de la iglesia para el resignado gozo de los que esperaban ver a la cofradía en la calle. Los sones de Jesús de las Penas y Madrugá acompañaron al Señor y a la Virgen mientras salían al encuentro del pueblo.
Durante todo el Miércoles Santo fue creciendo el temor de la lluvia. Muchas consultas, muchas llamadas pero decisión valiente al final que permitió salir a la calle a las tres cofradías. Cuando el palio de la Virgen del Amor apareció por la puerta lateral de San José comenzó a llover y se temió lo peor, lo mismo que le pasó al Abandono, pero las dos cofradías se encomendaron al cielo y pudieron salir sin problemas. Lo mismo le pasó al Medinaceli, que salió más tarde y con más gente que otros años. Ya en las recogidas hubo de todo. El Abandono era el último y se encontró con la lluvia, que esta vez no pudo aguantar. La cofradía aligeró el paso y llegó sana y salva a la iglesia del Sagrado Corazón, aunque algo de agua le cayó.
El Jueves Santo fue distinto. El Perdón y la Salud se quedaron sin salir. Las expectativas eran muy poco halagüeñas y la junta de gobierno decidió quedarse en la casa hermandad. Inmaculada Anillo, hermana mayor, convenció con sus bellas palabras a costaleros, costaleras y nazarenos. Todo el mundo lo entendió y sólo bastó esperar un rato para ver lo que iba a ocurrir. Angustias y Gran Poder se lanzaron a la calle con mucha ilusión pero tuvieron que volverse. La Piedad de Ortega Bru se refugió en los arcos hasta que dejó de llover y pudo recogerse, pero al Gran poder le cayó un aguacero importante desde la calle Carboneros hasta que se pudo recoger.
El Viernes Santo pasó de todo. Había cofradías con la decisión firme de salir. Otras pensaban lo contrario desde por la mañana. El tiempo estaba dando pares y nones y al final fue necesario esperar al momento justo de la salida. El Cristo del Mar ya estaba en la plaza cuando empezó a caer un chaparrón y tuvo que desandar sus propios pasos pata meterse de nuevo en la iglesia del Carmen. La gente de La Atunara premió con continuas ovaciones el interés de los cargadores por seguir adelante. Pensaron en salir una hora después, pero la situación estaba igual de complicada y al final desistieron en la intención.
La Esperanza, con ganas de salir, aguantó hasta última hora, pero los sucesivos aguaceros aconsejaron esperar a otro año. Ismael Santiago, capataz del palio, estaba convencido de que la cofradía saldría a la calle porque las previsiones así lo permitían pero los vientos hicieron de las suyas y todo se limitó a sendas exposiciones de los pasos ante la gente que soportaba el agua en la calle Gaucín.
Igual le pasó a la Soledad y el Santo Entierro y a la Amargura, que prefieron hacer un acto interno antes que lanzarse a la aventura de salir. Las dos hicieron varias chicotás en el interior del santuario para que la gente concentrada en la plaza de la Iglesia pudiera ver las imágenes. La imagen del Cristo de la Misericordia, que volvía a desfilar sobre un paso, era la gran novedad de este año, pero los linenses tendrán que esperar al 6 de abril del año que viene para verlo.